jueves, 21 de junio de 2012

Mi vida con Éire

Hoy hace dos semanas que Éire vino al mundo. De hecho, a la misma hora que estoy escribiendo estas líneas. Se adelantó una semana a la fecha prevista y aunque han pasado tan sólo 14 días, parece ya muy lejano el verme y sentirme embarazada...

No quiero aburrir con detalles de las últimas semanas y del parto. Sólo diré que la noche de antes estaba convencidísima de que la llegada al mundo de Éire se iba a retrasar y que no tenía ningún 'indicio' de que unas horas después llegaría el gran momento... Yo había leído que unos días antes suele entrar el denominado 'síndrome del nido', que por lo visto se caracteriza porque a la embarazada le da por limpiar y arreglar el nido, insconscientemente, antes de que llegue el bebé. A mí no me pasó. Pero sí puedo decir que una semana antes me puse a cocinar como una loca y dejé comidas congeladas como para dos semanas (algo que me ha venido muy bien después).

Y llegó el día 7. Y todo empezó, también, a las 7 de la mañana. Al principio puedo decir que no sabía lo que me pasaba, porque sólo tenía dolores 'estomacales'. Pero para un par de horas después, la cosa estaba clara. Aguanté en casa hasta las 3 de la tarde, con el cuarto de baño convertido en mi gran aliado (no me preguntéis por qué, pero era la estancia de la casa donde más a gusto me sentía). Para cuando llegué al hospital, las contracciones eran bastante frecuentes y había dilatado unos 4 centímetros. Pedí la epidural y me dejé de hacer la valiente (aunque yo había asegurado que no la pediría si podía aguantar... pero no sabía si aquello se iba a quedar ahí, si el dolor iba a ir en aumento y tampoco sabía si me quedaban horas y horas de sufrimiento...). Cuatro horas después, estaba dando a luz de manera natural y a las 7 y media de la tarde, escuchamos los primeros llantos de Éire. Todo fue rápido, tranquilo y perfecto.

No puedo explicaros lo que se siente. Ni aún hoy tampoco. Como dicen, son cosas que hay que vivir. Pero sí es cierto que, a partir de ese momento, un único pensamiento ocupa tu cabeza: el bebé. Eso, y que no te cansas de mirarla, día y noche, cada gesto, cada detalle de su carita y de su cuerpo... y de olerla, y cogerla en brazos y que te mire...

Así que en estos 14 días nos hemos dedicado a acostumbrarnos los unos a los otros. Elegí lactancia materna para su alimentación, pero he de reconocer que es duro. Y no sólo por el hecho de dar el pecho en sí (y el sacrificio que eso conlleva: no lo puedes compartir con el padre), sino porque cada dos por tres hay alguien que te dice: si ves que no puedes, dale un biberón y ya está, ó a ver si tienes suerte y no se te corta la leche, ó es que no le pones el chupete todavía, ó a ver si no va a estar comiendo bien, parece que no chupa... Menos mal que me aprendí bien los consejos de la matrona y de algún que otro libro que me leí y estoy intentando hacer lo que me viene en gana.

Y en eso andamos. Éire está feliz (creo), creciendo, cogiendo 'chicha', durmiendo a pierna suelta y siendo el centro de atención.