viernes, 27 de enero de 2012

OOOOOMMMMMMMM

No me he vuelto loca. Es que ayer fui por primera vez a clases de yoga para embarazadas. Llevaba unas semanas buscando por Cork, pero no os creáis que ha sido tan fácil. Y al final, encontré un sitio muy cerca de mi casa. La verdad es que me encantan estas técnicas milenarias. Y me lo había recomendado la enfermera en mi última visita al hospital cuando le comenté que de vez en cuando me dolía la parte baja de la espalda. También dicen que las técnicas de respiración que se aprenden son muy útiles en el momento del parto. Así que no me costaba nada probar.

Había tenido que llamar antes por teléfono a la profesora para reservarme un sitio en la clase. Quiero probar una primera sesión, a ver si te entiendo, le dije. No vaya a ser que me diga soltar el aire despacio, y yo me lo aguante hasta morir, pensé. No problem, me contestó. Así que esa misma tarde me fui para allá. Sólo me encontré a una mujer más, en evidente estado de gestación. Ella me miraba, de arriba a abajo, y se paraba en mi barriga. Estoy sólo de 20 semanas, no se me nota mucho con el abrigo puesto, jeje, le tuve que decir ante su mirada inquisitoria.

O sea, que sólo dos en la clase. Mejor. Un one to one, que dirían por aquí. Así que empezamos. Yo me relajé, porque soy tranquila de por sí, pero tengo que decir que entendía más bien poco. Cerrad los ojos, decía la profesora. Y yo los cerraba, pero medio minuto después tenía que abrir al menos uno para asegurarme que no habíamos cambiado de posición.

Bueno, pues la clase fue bastante suave y relajante, entre otras cosas, porque mi compañera de 'fatigas' tenía los movimientos ya bastante reducidos con el tamaño de su barriga como para empezar a hacer piruetas y cosas extrañas.

Y llegó el momento del Ommmmmmmm... La profesora lo definió como hacer el mismo ruido que hacen las avispas. Zumbido, supuse. Es muy relajante para el bebé, nos dijo, porque a estas alturas ya es capaz de percibir sonidos y le llega de forma muy suave, como si le meciera. Bueno, si ella lo dice, a mí no me cuesta nada. Así que es que allí estábamos, las tres, dándole al Ommmmm como si fuera lo más importante que habíamos hecho en nuestra vida.

Y así se pasó mi primera clase de yoga prenatal. Pero la semana que viene, vuelvo.

sábado, 21 de enero de 2012

Materia prima española, entorno irlandés

Esta historia comienza una tarde a principios del mes de octubre. Bueno, en realidad, empieza antes, pero yo soy consciente a partir de ese día. El cómo no os lo voy a contar. Sólo os diré que mi aventura en Irlanda acababa casi de empezar, que una tarde me decido a hacerme un test de embarazo y que en poco más de un minuto mi vida da un giro total. ¿Embarazada? No puede ser. Se lo comunico a Señor G., que tampoco se lo cree. Espero al día siguiente, y me vuelvo a hacer otro test. Positivo. Ya decía yo que te veía un poco más 'rellenita' que antes, me dice Señor G.

De repente, todo cambia. Por mi cabeza pasa lo que he comido, bebido, hecho y dejado de hacer en las últimas semanas. ¿Estará bien? ¿Le habrá pasado algo? ¡Pues empezamos bien! Todavía no tiene ni un mes y ya me ha metido la preocupación en el cuerpo.

Pasado el primer 'susto', me enfrento a otro aún mayor: decírselo a C., mi anfitriona irlandesa. Decido hacerle partícipe de la buena 'nueva', entre otras cosas, porque estoy cuidando de sus hijos y quiero que sea consciente de que en cualquier momento me pueden pasar cosas inesperadas. Su reacción es buena, muy buena, diría yo. Que es normal, que estoy en la edad, que estas cosas pasan... No hay que olvidar que estamos en Irlanda, un país católico, con una media de tres hijos por familia y en el que el aborto no está permitido.

Ella es la que me acompaña a la primera visita al médico, la que me deja el libro 'El embarazo, semana por semana' y la que me dice 'tienes que beber mucha agua' o 'llévate estas galletitas a tu habitación para comer en mitad de la noche'.

Para resumir, diré que mis tres primeros meses de embarazo se me pasaron volando, entre otras cosas, porque yo seguía dedicada al cuidado de los Pequeños Pelirrojos y no quería que ellos notasen menos atención por mi nueva situación. En cuanto a lo físico, sólo tuve algunas semanas de hambre voraz y muuuuucho, muuuucho sueño.

Con C. pacté que estaría con ellos hasta Navidades y que luego ya tendrían que buscarse a otra au-pair. Y tengo que reconocer que, por mí, habría sido antes, porque las últimas semanas de cuidado de los niños yo me notaba bastante más nerviosa, irritable e impaciente de lo normal... y a ellos no les podía decir: ¡no soy yo, son las hormonas!

La familia (española, se entiende) lo supo pocas semanas antes de volver yo a España en Navidades. Señor G. y yo lo decidimos así porque queríamos esperar a la primera cita en el hospital para que nos confirmaran que todo seguía hacia adelante, y eso ocurrió a finales del mes de noviembre. En otro capítulo hablaré de las diferencias en el seguimiento del embarazo en un país y en otro.

La primera ecografía fue, para nosotros (supongo que para todos los padres), muy emocionante. La confirmación de que 'algo' estaba creándose. Con tan poco tiempo de vida, yo ya le veía piernas, brazos y hasta la forma de la nariz. Y no me saludó porque no le dieron suficiente tiempo, que si no... También fue el momento de hacerlo público a los más allegados... y a que empezaran las preguntas - sin respuesta - de todo tipo: ¿y ahora qué váis a hacer? ¿os volvéis? ¿os quedáis? ¿os casáis? ¿dónde viviréis? ¿a qué colegio lo llevaréis?

Cuando el 'shock' familiar pasó, todo el mundo se alegró mucho y todos nos relajamos un poco. Yo tuve algún 'episodio' en el que tuve que volver al hospital, pero más por preocupación innecesaria que por otra cosa. También otro día hablaré de leer determinadas cosas en Internet.

Y así pasaron los días hasta que volví a España para las Navidades. Y montar en avión - otra preocupación más (será malo, pasará algo...), y volver a ir al médico para que me iniciaran un historial, y pasar algunos días sin coger peso ni que crezca la barriga (será malo, me pasará algo...), y que te presten un detector de latidos del corazón del bebé (aún sin querer, lo usas más veces al día de las que creo que son psicológicamente sanas)... en fín, lo natural... y aún así, muy tranquila y contenta.

Y llegamos al día de hoy, con casi 20 semanas - a partir de ahora, nos tenemos que hablar en estos términos - de embarazo, de vuelta en Irlanda y cada vez más consciente de que hay un bebé en camino.