lunes, 31 de diciembre de 2012

Filosofía para madres - y feliz 2013 -

Hoy es el último día de este 2012 que tantas alegrías me ha traído... Pero no puedo evitar ponerme melancólica siempre en el cambio de año, no sé si quizá por todo lo vivido que no volverá o por la incertidumbre de no saber qué me depararán los meses que siguen.

He de reconocer que, de todas formas, me he vuelto más sensiblera. Lo que antes no haría moverse ni un mínimo músculo de emoción en mi cara ahora me provoca la lagrimilla fácil, aunque no quiera. Empezó en el embarazo y yo pensaba que se iría con él. Pero no. Debe ser que la maternidad me ha vuelto mucho más empática con lo que me rodea y hay situaciones, comentarios, pensamientos... ante los que no puedo evitar hacer pucheros, como Semillita.

En aquellos momentos, en los del embarazo digo, no podía evitar que la sombra de que no estamos en este mundo para siempre planeara sobre mí día sí y día también. A medida que una vida nueva crecía dentro de mí, más consciente era de mi propia existencia y de su fin, y de la de mis seres queridos y todos aquellos que me rodean y que tienen algo que ver conmigo. A veces pensaba que me estaba volviendo loca, que cómo pensaba esas cosas con todo lo que me estaba pasando por dentro. Afortunadamente, luego he sabido que no soy la única a la que estos pensamientos atacan. Es algo así como que de repente te das cuenta que estás creando una vida pero que no estarás para siempre con ella, que la verás crecer, que la ayudarás a vivir, pero no para siempre. Así de triste y así de real. Es ley de vida. 

Ahora, esos pensamientos han dado un giro bastante más doméstico. Con la Semillita a punto de cumplir los siete meses, no hay mucho tiempo para razonamientos filosóficos. La única filosofía que existe para mí se resume en una frase que aprendí hace tiempo: cuando seas padre, comerás huevos. Así que sí. Los pensamientos sobre la vida y la muerte, la existencia y el fin, y etcétera, etcétera, se han quedado para cuando tenía tiempo, muuucho tiempo libre para pensar en ellos. Ahora sólo puedo comprender cada día un poco mejor a mis padres, entender por qué hacían algunas cosas, y perdonarles otras, arrepentirme de muchos de mis comportamientos. Porque ninguno somos perfectos, ni ellos tampoco, y al final cada uno lo hace de la mejor manera que sabe, o puede, o cree. De eso se trata: de ensayo y error (o acierto). Y en ello estamos este último día de 2012. 

PD: Que el año próximo os traiga mucha felicidad.

martes, 27 de noviembre de 2012

Mejor, 'des'informada

A este paso de escritura, reconozco que el blog va a dar para poco más que para un par de páginas (siempre he tenido la tentación de hacer un libro con él...). Pero lo siento, el tiempo con un bebé es menos tiempo, y el poco que queda libre lo gastas en cosas tan 'exclusivas' como pasar más de diez minutos en la ducha. La pequeña Éire va camino de cumplir ya los seis meses. Apenas le quedan diez días y parece mentira que vaya a llegar a este gran hito en su desarrollo.

En todo este tiempo, tengo que reconocer que en más de una ocasión he sentido que no servía para esto de la crianza de un hijo. Miento. Cada día lo he pensado unas cuantas veces, así que echad cuentas. De todas esas veces, no exagero si digo que el 90% han sido por situaciones en las que la pequeña Semillita no hacía lo que se suponía que debía hacer.

La mayoría de las ocasiones en las que me he agobiado, enfadado, frustrado y todos los-ados negativos que se os ocurran, han sido porque previamente había leído que en tal mes el bebé debía hacer tal cosa y Éire no lo hacía. Sí, sí. Luego me ponía a pensar y reconocía que era única, personal e intransferible y que, como tal, no tenía por qué seguir estrictamente lo que otros bebés se suponía que hacían. Siguen siendo los temas de alimentación y de sueño los que me traen de cabeza.

Que si a los cuatro meses los bebés deben dormir al menos entre 12 y 15 horas, tres siestas de no sé cuánto tiempo, no sé cuántas tomas diarias... y por la noche... que se vaya olvidando de la toma nocturna que ya tiene cuerpo para aguantar toda la noche del tirón. Estaría bien si yo todo eso pudiera explicárselo y decirle: Éire, cariño, mira, que ya no te puedes despertar por las noches porque ya eres bastante mayor para eso. Y olvídate de comer. Si te entra hambre piensa en otra cosa y ya verás cómo se te pasa.

Pues sí. Pero llevamos mes y pico en que la pequeña se despierta dos o tres veces por la noche, casi siempre a las mismas horas (su reloj interno debe funcionar mejor que ninguno) y siempre, siempre, cuando lo he pasado peor es cuando he intentado hacer lo que se suponía que debía hacer. Así me he pasado hora y media con la niña a cuestas, intentando hacerla dormir y que, líbreme Dios, ni se le ocurriera acercarse a mi pecho. Los días que no me apetecía y que he hecho lo que me venía en gana (veáse darle el pecho o meterla en la cama matrimonial) la pequeña se ha dormido tan a gusto y nosotros también.

Lo que quiero decir con esto es que está bien lo de informarse, pero en su justa medida.

Dentro de poco, llegará el turno de empezar a meterle otro alimento que no sea la leche materna. Miedo me da la visita al pediatra, porque mucho me temo que me va a indicar con horas y segundos cuándo le tengo que dar la naranja y cuándo el plátano. Ni se me ocurrirá decirle lo que pienso del tema, así que intentaré seguir ese instinto de madre que se supone que tengo.

PD. Por cierto, Éire está guapísima, para comérsela.

viernes, 7 de septiembre de 2012

De sentimientos, pediatras y otras experiencias

Éire-semillita cumple hoy tres meses. Ya se me ha hecho mayor, digo en broma. Pero es verdad, el tiempo pasa volando. Y hacía que no escribía muuuucho tiempo, pero es que un bebé te absorbe la mayor parte del tuyo.

¿Qué os puedo contar de estos dos meses y medio que han pasado desde la última vez que escribí? Pues muchas cosas, pero sobre todo, que he tenido tantos y tan variados sentimientos como nunca antes en mi vida. Pasé mis tres primeras semanas con Éire superfeliz (creo que con el subidón de las hormonas), sin agobiarme porque quisiera comer a cada momento (era mucho más eficaz para mí ir en bolas por mi casa), sin preocuparme por tener que despertarme cada dos horas por las noches... Pero luego, poco a poco, me empezó a entrar la desesperación. El subidón de hormonas dio paso a la realidad pura y dura, y ya no me gustaba tanto tener que darle de comer tan a menudo, ni no poder ducharme cuando yo quisiera, ni no poder estar en la cama un ratito más... Eres feliz, sí, pero también estás agobiada, y desesperada, y si las primeras semanas no te querías separar de ella ni un momento, en esos días sólo podía pensar en estar tranquila un rato, a solas conmigo misma. Y te sientes mal por ello, y eso te estresa más, y vuelta a empezar. Yo, que siempre he sido bastante independiente y no me gusta que nadie dependa de mí, me había metido en el mayor berenjenal de mi vida. Por suerte, sólo duró unos cuantos días, el tiempo justo para empezar a comprender cómo iba a funcionar todo a partir de ahora. Una vez que lo entiendes, empiezas a verlo todo de otra manera mucho más relajada, y empiezas a disfrutar más tranquilamente, sin el subidón hormonal del principio ni los agobios de después. Ahora mi fase es la de enamoramiento de Semillita, esa fase en la que no puedes dejar de darle besos, ésa en la que te la comerías a todas horas... y ésa en la que no soportas que nadie más la tenga en brazos más del tiempo razonablemente lógico de... ¿5 minutos? Jajajaja, me río yo sola porque sé que es imposible, que abuelos, tíos, primos y demás la quieres achuchar tanto como yo, pero, lo sentimos, no puedo (no podemos, incluyo al padre) evitar tener sentimientos de posesión hacia mi Semillita.

Luego están los médicos. En estos primeros meses hay unas cuantas visitas al pediatra y la enfermera para las revisiones y las vacunas. Al principio, les haces caso. Pero luego te das cuenta de que cada maestrillo tiene su librillo, y que como intentes hacer caso a todos, te vas a volver loca. Quizá coincida con la fase de agobio. Yo he decidido, de momento, en cada visita al pediatra, decirle a todo que sí, y luego hacer lo que me plazca. Porque la matrona te dice una cosa, el pediatra te dice otra, y la enfermera va y la fastidia diciéndote otra distinta. Y como vengan amigos y familiares 'listillos', apaga y vámonos. Me encomendaré a mi supuesto instinto de madre y que sea lo que Dios quiera.

Mención aparte la lactancia materna. Es lo mejor para el bebé, eso lo tenemos claro, pero es duro. Que parece que teniendo dos pechos y leche todo está hecho, pero no. Hay que estar bastante concienciada para hacerlo, y tener apoyo, porque pasar las dos o tres primeras semanas con grietas en los pezones, dolores, subidas de leche y demás, y gente a tu alrededor (incluyo al pediatra, que no debe estar muy por la labor de la lactancia materna) diciéndote: a ver si no va a tener suficiente con la leche, parece que esta niña tiene hambre, pues si está buscando todo el rato... ¿Que no tiene suficiente? Menos mal que Semillita ha nacido comilona y yo la veo crecer muy saludablemente. De otra manera, probablemente, entre unos y otros hubieran echado por tierra mi lactancia y me habría rendido al maravilloso biberón. Pero afortunadamente resistí (infección de pecho por medio) y ahora estoy muy contenta por ello.

Y poca cosa más. Bueno, no. Muchas más. Pero lo resumo en que es maravilloso ir viendo crecer y avanzar a una persona desde que es un bebé: que si ahora ha descubierto sus manitas, que si mira cómo levanta ya su cabeza, que si mira qué sonrisas... y a tí, se te cae la baba.

jueves, 21 de junio de 2012

Mi vida con Éire

Hoy hace dos semanas que Éire vino al mundo. De hecho, a la misma hora que estoy escribiendo estas líneas. Se adelantó una semana a la fecha prevista y aunque han pasado tan sólo 14 días, parece ya muy lejano el verme y sentirme embarazada...

No quiero aburrir con detalles de las últimas semanas y del parto. Sólo diré que la noche de antes estaba convencidísima de que la llegada al mundo de Éire se iba a retrasar y que no tenía ningún 'indicio' de que unas horas después llegaría el gran momento... Yo había leído que unos días antes suele entrar el denominado 'síndrome del nido', que por lo visto se caracteriza porque a la embarazada le da por limpiar y arreglar el nido, insconscientemente, antes de que llegue el bebé. A mí no me pasó. Pero sí puedo decir que una semana antes me puse a cocinar como una loca y dejé comidas congeladas como para dos semanas (algo que me ha venido muy bien después).

Y llegó el día 7. Y todo empezó, también, a las 7 de la mañana. Al principio puedo decir que no sabía lo que me pasaba, porque sólo tenía dolores 'estomacales'. Pero para un par de horas después, la cosa estaba clara. Aguanté en casa hasta las 3 de la tarde, con el cuarto de baño convertido en mi gran aliado (no me preguntéis por qué, pero era la estancia de la casa donde más a gusto me sentía). Para cuando llegué al hospital, las contracciones eran bastante frecuentes y había dilatado unos 4 centímetros. Pedí la epidural y me dejé de hacer la valiente (aunque yo había asegurado que no la pediría si podía aguantar... pero no sabía si aquello se iba a quedar ahí, si el dolor iba a ir en aumento y tampoco sabía si me quedaban horas y horas de sufrimiento...). Cuatro horas después, estaba dando a luz de manera natural y a las 7 y media de la tarde, escuchamos los primeros llantos de Éire. Todo fue rápido, tranquilo y perfecto.

No puedo explicaros lo que se siente. Ni aún hoy tampoco. Como dicen, son cosas que hay que vivir. Pero sí es cierto que, a partir de ese momento, un único pensamiento ocupa tu cabeza: el bebé. Eso, y que no te cansas de mirarla, día y noche, cada gesto, cada detalle de su carita y de su cuerpo... y de olerla, y cogerla en brazos y que te mire...

Así que en estos 14 días nos hemos dedicado a acostumbrarnos los unos a los otros. Elegí lactancia materna para su alimentación, pero he de reconocer que es duro. Y no sólo por el hecho de dar el pecho en sí (y el sacrificio que eso conlleva: no lo puedes compartir con el padre), sino porque cada dos por tres hay alguien que te dice: si ves que no puedes, dale un biberón y ya está, ó a ver si tienes suerte y no se te corta la leche, ó es que no le pones el chupete todavía, ó a ver si no va a estar comiendo bien, parece que no chupa... Menos mal que me aprendí bien los consejos de la matrona y de algún que otro libro que me leí y estoy intentando hacer lo que me viene en gana.

Y en eso andamos. Éire está feliz (creo), creciendo, cogiendo 'chicha', durmiendo a pierna suelta y siendo el centro de atención.

miércoles, 16 de mayo de 2012

LA RECTA FINAL: SE ACERCA EL 'MOMENTO E'

Hemos entrado en la recta final de esta pequeña aventura. Quedan sólo cuatro semanas (o más, o menos, nunca se sabe) para el momento E. Digo 'Momento E' porque, lógicamente, Semillita no se llamará así, aunque me pese, sino Éire, que ha sido el nombre que Señor G. y yo decidimos que le venía como anillo al dedo. Éire es como se dice Irlanda en el idioma gaélico, así que qué mejor homenaje a aquel país que la vio concebir... Sabemos que habrá gente que lo pregunte una y mil veces, o que se confunda, o que le llame de otra manera... pero a mí cada vez me gusta más cómo suena, me parece original y suave, como nombre de hada...

Éire ha tenido hoy la última ecografía de su vida prenatal. Pesa alrededor de 2 kilos y medio y está colocada cabeza abajo, preparándose ya para el gran momento. Tenía la esperanza de que pesara más y que todos los kilos que he cogido en el último mes se debieran a ella, pero no, parece que no. A partir de ahora, y durante las siguientes cuatro semanas, tengo que acudir semanalmente al hospital a que me midan la frecuencia e intensidad de las contracciones.

El momento se acerca, sí. Y no sólo se nota físicamente (la barriga pesa más, cuesta mucho más andar y respirar, hay presión pélvica...) sino psicológicamente. Hasta hace un par de semanas, no pensaba en el parto. Ahora ya empiezo a hacerlo. No con preocupación, pero sí con dudas, con curiosidad, con millones de preguntas: ¿será de día, de noche? ¿estaré en la calle, en casa, en el autobús? ¿sabré que ha llegado el momento? ¿espero en casa o salgo pitando al hospital? Aunque los pensamientos que más me ocupan son los relativos a la ropa: ¿tendrá frío o calor? ¿manga larga, corta, tirantes, sólo el pañal? ¿compro de todo, de nada, me espero a que nazca?...

Por lo demás, me sigo sintiendo bien. Aunque he de confesar que la llegada repentina de este calor subsahariano me ha hecho pensar en más de una ocasión en que ojalá terminara esto ya. Mis tobillos, antaño finos y esbeltos, se han puesto como botas de montaña y los pies me duelen cada vez más de soportar peso y altas temperaturas. Pero bueno, como me dicen, te queda sólo un mes, cuando te des cuenta ya se ha pasado.

sábado, 7 de abril de 2012

NUEVE SEMANAS Y MEDIA

Según las fechas oficiales, nueve semanas y media es lo que me queda para que Semillita venga al mundo. El tiempo se pasa volando y el otro día me decía una amiga que si no tenía ya muchas ganas de verle la cara. Yo le dije que sí y que no. Por una parte, claro que tengo ganas de que pasen ya estos dos meses y medio y poder 'achuchar' a Semillita. Pero, por otro lado, quiero ir disfrutando poco a poco de las sensaciones de cada día, o de cada semana, sin pensar más allá.

Y es que es cierto que en esto del embarazo ocurre que siempre tienes 'metas' a las que llegar y te pierdes el camino. Primero, que llegue la semana 12 para quedarte tranquila y ver en la primera ecografía que todo está bien (y mientras, esas primeras 12 semanas se pasan sin pena ni gloria); luego, que llegue la semana 20 para que te digan el sexo y que todo sigue yendo bien, y que notes las patadas y que la barriga empiece a crecer...; luego la 24, para que te hagan la prueba del azúcar... y así suma y sigue, y te plantas en los 7 meses y no te has dado ni cuenta de lo que ha pasado.

Así que yo voy a ir poco a poco. Desde hace ya unas semanas (o meses, diría yo) no me planteo metas. Mi barriguita sigue creciendo y aunque yo me encuentro bien y hasta sexy (me encanta la imagen de mí misma que me devuelve el espejo), hay algunos que otros 'inconvenientes' normales en esta etapa, a saber: mi caminar se ha vuelto lento y me falta el aire; me siento como una pequeña bolita rodante - sobre todo a la hora de dormir, que tengo que pensar media hora antes que me quiero dar la vuelta para que mi cuerpo pueda reaccionar-; me tengo que depilar sin ver; abrocharse los cordones de las zapatillas empieza a ser el qué apostamos; y Semillita ha encontrado dentro de mí un nuevo juguete: las costillas. 

lunes, 2 de abril de 2012

Y AL FINAL... ¡NIÑA!

Hace ya un tiempo que no escribo, algo más de mes y medio. Poco tiempo en la vida de una persona, pero mucho si hablamos en términos de embarazo. En este tiempo, Señor G., Semillita y yo hemos 'abandonado' Irlanda, hemos vuelto a España y a nuestros orígenes y he entrado de nuevo en el sistema sanitario español.

En poco más de quince días, me han hecho dos ecografías, un análisis de sangre y otro de orina y la famosa 'prueba del azúcar' (famosa aquí, porque en Irlanda, ni hablar de ella, y eso que comen no pocos dulces...). Y, bueno, aparte de que todo va perfecto, hemos sabido que Semillita es una NIÑA!!

Lo supimos a los dos días de llegar de Irlanda, que tuvimos una ecografía de ésas modernas 4D. '¿Seguro que es niña?', le preguntaba yo al médico. 'No por nada, a mí me da igual, pero mi instinto maternal me decía desde el principio que era niño...' (y eso por no contarle que había soñado ya unas cuantas veces con un bebé varón hecho y derecho). 'Sí, sí, no hay duda, mira'. Yo miraba y me quedaba igual, pero Señor G. decía que lo veía claramente. Nos costó otro par de días asumirlo.

De momento, Semillita (a mí me sigue gustando llamarla así) pesa ya casi un kilo y medio y he de decir que en la eco4D no se dejó ver, la muy tímida. Brazos en cruz sobre la cara y, para más inri, el cordón umbilical entre medias de ambos. Un ojito, la nariz y media boquita es todo lo que pudimos ver. Suficiente. Al igual que en la primera ecografía que te hacen (y aún sólo viendo una pequeña 'judía' con extremidades), el bebé se convierte en más real todavía. La cara ya está definida, las manos y los dedos perfectamente visibles, hace movimientos 'humanos'... un bebé en toda regla.

En este tiempo también me he apuntado a clases de natación para embarazadas (las empiezo mañana), acudo a las clases de preparación al parto (de momento, sólo he acudido a una) y lo más estresante de todo: comprar cosas. Que si carro, que si cuna, que si bañerita, que si ropa, ahora el arrullo, que si el gorrito y los guantecitos para salir del hospital... Mucho me temo que todo esto va más de marketing y consumismo que de otra cosa. La matrona nos dijo el otro día: el niño no necesita tantas cosas materiales. ¿Sabéis lo único que necesita un recién nacido? A su padre y a su madre, que le quieran y le den cariño. Y cierto es. El bebé no va a entender si el carro que has comprado tiene suspensión eléctrica a las cuatro ruedas, si las sábanas de la mini-cuna han sido bordadas por las manos más expertas y te han costado 50 euros, o si para cada día de crecimiento tenemos un chupete nuevo para él/ella. Necesita que estemos ahí, y a veces, fallamos en lo importante.

sábado, 11 de febrero de 2012

EL FÍN... ¿O EL COMIENZO?

Una de las primeras cosas que pensé cuando me enteré que estaba embarazada es que nunca más volvería a trabajar, no sólo en la que se supone que es mi profesión - eso ya lo tengo casi descartado - sino en casi ninguna. Pero no porque no quiera o me haya propuesto dedicarme en cuerpo y alma a mi tarea de ser madre. Sino porque, por muy triste que parezca, nadie quiere contratar ni a una embarazada ni a una recién estrenada madre ni a una madre hecha y derecha. Cosas de la vida (española).

Me encuentro temporalmente en un país en el que te dan ayudas económicas por cada hijo que tienes y con una baja maternal cercana a los siete meses, si no me equivoco. El resultado: una pirámide poblacional bastante joven - una media de 40 o 50 años -, una base de esta pirámide que asegura el futuro de la población, y unas condiciones laborales bastante flexibles que permiten a las mujeres trabajar y cuidar de sus hijos sin tener una conciencia que les remuerda por dejar abandonada una cosa o la otra.

Yo estoy feliz con mi 'circunstancia', pero lo estaría aún más si, de vez en cuando y pensando en el futuro, no me acechara la inevitable sombra del destierro laboral. Qué triste es que una mujer embarazada, estando en la que se supone que es la situación más maravillosa de su vida, tenga pensamientos tan oscuros como ¿habré hecho bien o mal en decidir tener un hijo? ¿será 'bueno' o 'malo' para mi vida? ¿era éste el momento adecuado?

Por suerte, como digo y como creo que les pasará a todas las que se encuentren en mi situación, son pensamientos que vienen sólo de vez en cuando. La mayoría de las veces sabes con certeza que, aunque sea el fín de 'algo', sin duda es el comienzo de otro 'ALGO' mucho más importante y trascendente para tu vida.

miércoles, 8 de febrero de 2012

LA TARTA DE QUESO

Me he dado cuenta que los sueños de 'embarazada' cambian a medida que vas siendo consciente de tu nueva situación. A los pocos días de enterarme de la nueva noticia, estuve unas cuantas noches soñando que Señor G. me abandonaba sin importarle nada ni nadie, que se quedaba en Irlanda, me decía, que aquí estaba muy a gusto... en fín, que me daba boleto.

Poco tiempo después, ese sueño dio paso a los primeros en los que imaginaba a Semillita, ya con entidad propia. Era bastante extraño, porque creo que en mi subconsciente se mezclaban las imágenes de las ecografías con los dibujos y gráficos que veía en Internet, con mis propias imágenes creadas... Total, que varias veces soñé con un Semillita ya nacido, pero con el tamaño de aquellos momentos (imaginémonos la palma de una mano, por ejemplo).

Y ahora que Semillita se ha hecho físicamente presente, mis sueños son bastante más cercanos a la realidad (o a la irrealidad, según se mire). El otro día, sin ir más lejos, tuve un sueño que me hizo mucha gracia. Para empezar, porque Semillita ya había nacido. Segundo, porque estaba claro que era un niño (los médicos todavía no me han dicho a estas alturas si espero bebé niño o bebé niña). Y tercero, porque le encantaba la tarta de queso. O sea, que ahí teníais a mi futuro bebé, con sólo unos días de vida y teniendo claro que si le dabas tarta de queso, le gustaba, y más aún, que tú le decías ¿quieres tarta de queso? y él te entendía perfectamente. Había salido muy listo, claro.

sábado, 4 de febrero de 2012

¡HOLA, ESTOY AQUÍ!

Semillita (para quien no lo sepa, es el nombre del futur@ churumbel hasta que no sepamos si es niño o niña) se ha hecho 'físicamente' presente en nuestras vidas. O sea, que ya notamos las famosas 'pataditas'. Ya hace un par de semanas que Señor G. y yo fuimos conscientes de que esos pequeños y suaves movimientos en mi barriga no tenían como origen mis intestinos, sino Semillita.

Yo preguntaba a mis amigas, y leía en Internet, y me informaba para que, llegado el momento, no se me pasasen por alto. 'Al principio son como los gases', me decían. 'Notas como una pequeña burbuja, como unas cosquillas, como una culebrilla...'. Y yo, claro, esa misma noche ya estaba notando todo eso y además, todo junto.

Pero no. O sí, vete tú a saber. El caso es que Señor G. pronto cogió la costumbre de posar su mano en mi barriga todas las noches antes de acostarnos e intentar 'conectar' con el otro mundo. Él fue el primero en notarlo. Decía que sentía perfectamente cómo una gran burbuja se movía al ritmo de mi respiración (vamos a suponer que hablaba de la placenta y el líquido amniótico) y que, dentro de ella, algo muy pequeñito se arrimaba al calor de su mano y le hacía cosquillitas o le presionaba, según la noche. Un rato era algo pequeñito y picudo (el pie, decíamos), a los pocos minutos algo más alargado y curvado (eso es la espalda, fijo), en otro momento, redondo y duro (la cabeza... o el culete). Pero a mí me costó más notarlo. Para indignación mía, claro está.

Y una noche, en éstas estábamos, cuando sucedió. El Señor G. estaba intentando 'atraer' a Semillita a sus manos. Y entonces, como si lo intuyera, Semillita hizo un movimiento limpio contra la piel de mi barriga y pareció decir: ¡Ey, que estoy aquí! Yo lo noté desde el interior, y Señor G., desde el exterior. Nos pusimos hasta nerviosos y todo.

La sensación es bastante inexplicable. Tú estás todo el día sin notar el embarazo siquiera y de repente paras un momento, te sientas, te relajas y te pones a pensar en tus cosas, y al rato empiezas a notar cómo algo dentro de tí se desliza suavemente: ahora lo notas en un lado, ahora sientes presión en el lado contrario, luego una 'patadita' al lado del ombligo... Es como la película 'Alien', pero en bonito.

Y ya una vez que notas la primera 'patada', te haces adicta a los movimientos. Es el indicador de que todo va según lo previsto. Yo cierro los ojos y me intento imaginar cómo será la vida ahí dentro, cómo Semillita duerme y se despierta, cómo flota de un lado para otro, hace piruetas, se estira y se encoge... y de vez en cuando, cuando él/ella quiere - eso sí -, me da un 'toquecito' y me dice: ¡Hola, aquí estoy!

viernes, 27 de enero de 2012

OOOOOMMMMMMMM

No me he vuelto loca. Es que ayer fui por primera vez a clases de yoga para embarazadas. Llevaba unas semanas buscando por Cork, pero no os creáis que ha sido tan fácil. Y al final, encontré un sitio muy cerca de mi casa. La verdad es que me encantan estas técnicas milenarias. Y me lo había recomendado la enfermera en mi última visita al hospital cuando le comenté que de vez en cuando me dolía la parte baja de la espalda. También dicen que las técnicas de respiración que se aprenden son muy útiles en el momento del parto. Así que no me costaba nada probar.

Había tenido que llamar antes por teléfono a la profesora para reservarme un sitio en la clase. Quiero probar una primera sesión, a ver si te entiendo, le dije. No vaya a ser que me diga soltar el aire despacio, y yo me lo aguante hasta morir, pensé. No problem, me contestó. Así que esa misma tarde me fui para allá. Sólo me encontré a una mujer más, en evidente estado de gestación. Ella me miraba, de arriba a abajo, y se paraba en mi barriga. Estoy sólo de 20 semanas, no se me nota mucho con el abrigo puesto, jeje, le tuve que decir ante su mirada inquisitoria.

O sea, que sólo dos en la clase. Mejor. Un one to one, que dirían por aquí. Así que empezamos. Yo me relajé, porque soy tranquila de por sí, pero tengo que decir que entendía más bien poco. Cerrad los ojos, decía la profesora. Y yo los cerraba, pero medio minuto después tenía que abrir al menos uno para asegurarme que no habíamos cambiado de posición.

Bueno, pues la clase fue bastante suave y relajante, entre otras cosas, porque mi compañera de 'fatigas' tenía los movimientos ya bastante reducidos con el tamaño de su barriga como para empezar a hacer piruetas y cosas extrañas.

Y llegó el momento del Ommmmmmmm... La profesora lo definió como hacer el mismo ruido que hacen las avispas. Zumbido, supuse. Es muy relajante para el bebé, nos dijo, porque a estas alturas ya es capaz de percibir sonidos y le llega de forma muy suave, como si le meciera. Bueno, si ella lo dice, a mí no me cuesta nada. Así que es que allí estábamos, las tres, dándole al Ommmmm como si fuera lo más importante que habíamos hecho en nuestra vida.

Y así se pasó mi primera clase de yoga prenatal. Pero la semana que viene, vuelvo.

sábado, 21 de enero de 2012

Materia prima española, entorno irlandés

Esta historia comienza una tarde a principios del mes de octubre. Bueno, en realidad, empieza antes, pero yo soy consciente a partir de ese día. El cómo no os lo voy a contar. Sólo os diré que mi aventura en Irlanda acababa casi de empezar, que una tarde me decido a hacerme un test de embarazo y que en poco más de un minuto mi vida da un giro total. ¿Embarazada? No puede ser. Se lo comunico a Señor G., que tampoco se lo cree. Espero al día siguiente, y me vuelvo a hacer otro test. Positivo. Ya decía yo que te veía un poco más 'rellenita' que antes, me dice Señor G.

De repente, todo cambia. Por mi cabeza pasa lo que he comido, bebido, hecho y dejado de hacer en las últimas semanas. ¿Estará bien? ¿Le habrá pasado algo? ¡Pues empezamos bien! Todavía no tiene ni un mes y ya me ha metido la preocupación en el cuerpo.

Pasado el primer 'susto', me enfrento a otro aún mayor: decírselo a C., mi anfitriona irlandesa. Decido hacerle partícipe de la buena 'nueva', entre otras cosas, porque estoy cuidando de sus hijos y quiero que sea consciente de que en cualquier momento me pueden pasar cosas inesperadas. Su reacción es buena, muy buena, diría yo. Que es normal, que estoy en la edad, que estas cosas pasan... No hay que olvidar que estamos en Irlanda, un país católico, con una media de tres hijos por familia y en el que el aborto no está permitido.

Ella es la que me acompaña a la primera visita al médico, la que me deja el libro 'El embarazo, semana por semana' y la que me dice 'tienes que beber mucha agua' o 'llévate estas galletitas a tu habitación para comer en mitad de la noche'.

Para resumir, diré que mis tres primeros meses de embarazo se me pasaron volando, entre otras cosas, porque yo seguía dedicada al cuidado de los Pequeños Pelirrojos y no quería que ellos notasen menos atención por mi nueva situación. En cuanto a lo físico, sólo tuve algunas semanas de hambre voraz y muuuuucho, muuuucho sueño.

Con C. pacté que estaría con ellos hasta Navidades y que luego ya tendrían que buscarse a otra au-pair. Y tengo que reconocer que, por mí, habría sido antes, porque las últimas semanas de cuidado de los niños yo me notaba bastante más nerviosa, irritable e impaciente de lo normal... y a ellos no les podía decir: ¡no soy yo, son las hormonas!

La familia (española, se entiende) lo supo pocas semanas antes de volver yo a España en Navidades. Señor G. y yo lo decidimos así porque queríamos esperar a la primera cita en el hospital para que nos confirmaran que todo seguía hacia adelante, y eso ocurrió a finales del mes de noviembre. En otro capítulo hablaré de las diferencias en el seguimiento del embarazo en un país y en otro.

La primera ecografía fue, para nosotros (supongo que para todos los padres), muy emocionante. La confirmación de que 'algo' estaba creándose. Con tan poco tiempo de vida, yo ya le veía piernas, brazos y hasta la forma de la nariz. Y no me saludó porque no le dieron suficiente tiempo, que si no... También fue el momento de hacerlo público a los más allegados... y a que empezaran las preguntas - sin respuesta - de todo tipo: ¿y ahora qué váis a hacer? ¿os volvéis? ¿os quedáis? ¿os casáis? ¿dónde viviréis? ¿a qué colegio lo llevaréis?

Cuando el 'shock' familiar pasó, todo el mundo se alegró mucho y todos nos relajamos un poco. Yo tuve algún 'episodio' en el que tuve que volver al hospital, pero más por preocupación innecesaria que por otra cosa. También otro día hablaré de leer determinadas cosas en Internet.

Y así pasaron los días hasta que volví a España para las Navidades. Y montar en avión - otra preocupación más (será malo, pasará algo...), y volver a ir al médico para que me iniciaran un historial, y pasar algunos días sin coger peso ni que crezca la barriga (será malo, me pasará algo...), y que te presten un detector de latidos del corazón del bebé (aún sin querer, lo usas más veces al día de las que creo que son psicológicamente sanas)... en fín, lo natural... y aún así, muy tranquila y contenta.

Y llegamos al día de hoy, con casi 20 semanas - a partir de ahora, nos tenemos que hablar en estos términos - de embarazo, de vuelta en Irlanda y cada vez más consciente de que hay un bebé en camino.