martes, 27 de noviembre de 2012

Mejor, 'des'informada

A este paso de escritura, reconozco que el blog va a dar para poco más que para un par de páginas (siempre he tenido la tentación de hacer un libro con él...). Pero lo siento, el tiempo con un bebé es menos tiempo, y el poco que queda libre lo gastas en cosas tan 'exclusivas' como pasar más de diez minutos en la ducha. La pequeña Éire va camino de cumplir ya los seis meses. Apenas le quedan diez días y parece mentira que vaya a llegar a este gran hito en su desarrollo.

En todo este tiempo, tengo que reconocer que en más de una ocasión he sentido que no servía para esto de la crianza de un hijo. Miento. Cada día lo he pensado unas cuantas veces, así que echad cuentas. De todas esas veces, no exagero si digo que el 90% han sido por situaciones en las que la pequeña Semillita no hacía lo que se suponía que debía hacer.

La mayoría de las ocasiones en las que me he agobiado, enfadado, frustrado y todos los-ados negativos que se os ocurran, han sido porque previamente había leído que en tal mes el bebé debía hacer tal cosa y Éire no lo hacía. Sí, sí. Luego me ponía a pensar y reconocía que era única, personal e intransferible y que, como tal, no tenía por qué seguir estrictamente lo que otros bebés se suponía que hacían. Siguen siendo los temas de alimentación y de sueño los que me traen de cabeza.

Que si a los cuatro meses los bebés deben dormir al menos entre 12 y 15 horas, tres siestas de no sé cuánto tiempo, no sé cuántas tomas diarias... y por la noche... que se vaya olvidando de la toma nocturna que ya tiene cuerpo para aguantar toda la noche del tirón. Estaría bien si yo todo eso pudiera explicárselo y decirle: Éire, cariño, mira, que ya no te puedes despertar por las noches porque ya eres bastante mayor para eso. Y olvídate de comer. Si te entra hambre piensa en otra cosa y ya verás cómo se te pasa.

Pues sí. Pero llevamos mes y pico en que la pequeña se despierta dos o tres veces por la noche, casi siempre a las mismas horas (su reloj interno debe funcionar mejor que ninguno) y siempre, siempre, cuando lo he pasado peor es cuando he intentado hacer lo que se suponía que debía hacer. Así me he pasado hora y media con la niña a cuestas, intentando hacerla dormir y que, líbreme Dios, ni se le ocurriera acercarse a mi pecho. Los días que no me apetecía y que he hecho lo que me venía en gana (veáse darle el pecho o meterla en la cama matrimonial) la pequeña se ha dormido tan a gusto y nosotros también.

Lo que quiero decir con esto es que está bien lo de informarse, pero en su justa medida.

Dentro de poco, llegará el turno de empezar a meterle otro alimento que no sea la leche materna. Miedo me da la visita al pediatra, porque mucho me temo que me va a indicar con horas y segundos cuándo le tengo que dar la naranja y cuándo el plátano. Ni se me ocurrirá decirle lo que pienso del tema, así que intentaré seguir ese instinto de madre que se supone que tengo.

PD. Por cierto, Éire está guapísima, para comérsela.

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